El sector inmobiliario se encuentra en un momento de incertidumbre a raíz de la pandemia del COVID-19. Ante un escenario desconocido a corto y medio plazo, los expertos coinciden en que el panorama tanto del turismo como el de la segunda residencia va a sufrir cambios, pero la práctica totalidad asegura que hay un nicho de mercado que en estos momentos dispone de un valor añadido enorme: el de la compra en resorts o ‘planned communities’.
Cualquier inversión en una segunda residencia que se haga a partir de ahora deberá contemplar la experiencia de lo que el coronavirus ha supuesto, a nivel global, para la movilidad, el ocio y el turismo. Por ello, la inversión de una vivienda ubicada en un resort se posiciona como una de las pocas decisiones con ciertas garantías de que el bien adquirido no pierda valor con el tiempo o ante la reedición de una crisis similar a la que estamos sufriendo.
Para el inversor extranjero, que sabe que acudirá a una segunda residencia en un lugar en el que no conoce a nadie, esta vertiente social es fundamental. Elodie Casola, responsable del departamento de Marketing y Comunicación de Abama Luxury Residences, en Tenerife, señala que justamente uno de los factores que más satisfacción generan en los compradores de este rincón de Guía de Isora es el “sentido de comunidad” que perciben dentro del resort con el resto de los propietarios.
Y es que el mundo del turismo y de los viajes cambiará a partir de ahora. Las familias con poder adquisitivo apostarán con toda seguridad por tener una segunda, o incluso una tercera residencia, de forma que puedan viajar a un destino sintiéndose como en casa. “Posiblemente, en el futuro, la apuesta por la sostenibilidad del planeta hará que mucha gente cambie sus hábitos y viaje menos veces al año y prolongue sus estancias. Muchos apostarán por la inversión inmobiliaria para dirigir sus vacaciones, a veces hasta con sus amigos, en destinos seguros y que le ofrezcan un completo paquete de ocio, servicios y seguridad”